domingo, 22 de agosto de 2010

Lo que trae la lluvia.

Este mundo cada día está más loco.
Hoy es 13 de agosto, joder, pleno agosto y como llueve. Había salido de casa con el chubasquero y un jersey de lana debajo, porque encima, hacía frio. Pero bueno, no me quejaré, la ciudad está preciosa cuando llueve. Al salir de casa, esperando a que el semáforo cambiase a verde para cruzar hacia la parada de bus, un camión de estos gigantes de mudanzas pasó por un charco que parecía un lago y me empapó, me hubiese dado igual, total me iba a mojar de todas formas… pero aquello más que agua era barro, así que subí a mi casa a cambiarme, ducharme y bueno, a llamar a Jorge para decirle que me retrasaría como una media hora.
Jorge ya estaba allí esperándome así que me dijo que se iría con unos amigos, que lo llamase cuando llegara. Que novio más genial, no me puede esperar ni media hora, en fin, no todo iba como yo quería.
Apenas veía nada por las ventanas del autobús, parecía que tiraban cubos de agua, llovía como nunca.
Baje del autobús y me refugié en un centro comercial al lado de la parada mientras buscaba en la agenda el número de Jorge. Entonces unas manos taparon mis ojos.
-¿Quién soy? –dijo una voz masculina.
-¿Jorge? –dije extrañada… no esperaba encontrarme a nadie ese día, con tanta lluvia nadie saldría.
-¿Qué?- Quitó las manos de mis ojos. –Sara, ¿Qué Jorge?
Me giré hacia él. Lo mire como mil veces en un segundo y nada, dios, no le reconocía. Espera ¿había dicho Sara? Yo no soy Sara.
-¿Sara? Perdona, pero me llamo Helena. ¿Quién eres?
-Dios, lo siento –dijo sonrojado- me llamo Andrés. Eres clavada a una amiga mía, joder, sois iguales.
-Jaja, pues no tengo ninguna gemela, ni clon, ni nada por el estilo.
-¿Estás esperando a alguien? –dijo confuso, creo que no era el típico chico atrevido, no sé, era tan mono.
-Emm… No, que va –Sonreí. Vale, soy gilipollas… pero, es que no me apetecía soportar a Jorge hoy. Además, él me persuadió con su sonrisa y sus colmillos de vampirito, su piercing en la lengua, sus ojos verdes, sus tatuajes. De hecho, cuanto más lo miraba, más irreal era. Llevaba todo el brazo tatuado, dos aros en la nariz, dos bolitas en el labio inferior, un gorrito que dejaba asomar casi todas sus melenas despeinadas.
-Sé que te acabo de conocer, pero…¿tomamos un café?
-Me parece bien. –sonreí.
Me llevo a una pequeña cafetería preciosa, hablamos creo que de todo lo existente en este mundo.
Todo seguido de otros días de lluvia, con las mismas charlas, la misma belleza, la misma cafetería. Pero ahora con besos, con caricias, con sabanas, con almohadas, con duchas, con abrazos.
-Recorrer el mundo, eso es lo que quiero. –me susurró.
-Perdernos al recorrer el mundo. Llevarnos esta cama, algo de ropa, tu cámara y nada más.
-Encontrar mil cafeterías como la nuestra, una en cada ciudad.
-Besarnos bajo la Torre Eiffel.
-Y bajo las pirámides de Egipto.
-Te quiero.
-Y yo.