lunes, 28 de junio de 2010

¿Le apetece un atardecer para recordar por siempre?

Estábamos allí tumbados, los dos, en la bonita casa del árbol, comiendo fresas. Él no era como el resto de los chicos, era simpático, me escuchaba, se reía conmigo…
Entonces cogió mi bolsa de fresas, se levantó y la saco por la ventanita de la casa.
-¿Qué haces? ¡Dame las fresas! –Se le había ido la cabeza, se levanto tan rápido… no le entendía.
-¿Las quieres? Bésame. – Dijo sonriendo.
-¿Qué? No voy a besarte por unas estúpidas… -Y no me dejó terminar la frase. Sus labios se abalanzaron sobre los míos.
Me dio un mordisco de una de esas fresas, me lanzó al suelo y siguió besándome con más fuerza. Era algo tan extraño, me abrazaba como si me fuese a escapar. Entonces bajo sus labios a mi cuello y al glóbulo de mi oreja besándome y mordiéndome.
Esto era tan nuevo para mí, me estaba volviendo loca.
Sus manos abrazaban mi espalda, pero lentamente se movieron bajo mi camiseta, luego bajo mi sujetador, acariciándome. Mientras nos seguíamos besando cómo locos, le besaba todo el cuerpo.
Mi camiseta voló al igual que la suya. El me besaba el escote y el cuello.
-Yo nunca… -me limité a decir.
-Ya, ya… no pienso hacer nada que tu no quieras, párame. –Dijo, separando su boca de mí.
Pero en ese atardecer el “yo nunca” desapareció. Las tablas de madera crujieron, aquel árbol tembló, nosotros sudamos, gemímos … Creo que lo guardaré en mí como el mejor atardecer de mi vida.


martes, 22 de junio de 2010

Fresas, amo las fresas.

A mí nunca me hablan los chicos guapos, solo para pedirme los apuntes o los ejercicios. No sabía que ni como contestarle, mi madre no me dejaría irme con él.
-Sí. –Tuve que contestarle al fin.
-¿De veras? No te ofendas, pero no me pareces la típica chica que se vaya a ir por ahí un viernes por la tarde –Joder, que razón tenía… ¿Ahora qué?
-¿Qué pasa? Que tú vas a lo seguro, ¿no? –¿Qué me pasaba? No entendía porque le contestaba de esa forma.
-Como lo sabes –sonrió. Pero no, en serio, ¿tienes planes para hoy? Quiero enseñarte algo…
-Que no, que para variar me voy a pasar un viernes encerrada en casa. Pero mi madre no me va a dejar salir contigo.
-No se lo digas, no vayas a casa, ven conmigo ¡corre!
Entonces me llevo a su casa, dejamos las mochilas, cogió una bolsa con comida y se marchó.
Su casa era preciosa, sabía que vivía por mi barrio, pero no imaginaba que aquella casa era suya. Parecía un palacio, era enorme.
Entonces echamos a andar, no se nos acababa el tema de conversación, quería saber todo de mi, y yo de él.
Llegamos al rio, es un lugar bonito, pero si me quería enseñar un sitio, creí que sería algo más especial.
-¿Esto es lo que me vas a enseñar? –pregunté, estaba siendo más extrovertida que nunca, yo nunca hablaba con chicos, pero con él estaba bien, estaba más que bien.
-¿Quién te dijo que te iba a enseñar un lugar? Pero si insistes… anda ven –siguió caminando y se adentro en un trocito de bosque, entonces, llegamos a un bonito árbol y en él, una casa, de madera, como las de los dibujos animados, era preciosa.
-¡Oh! ¡Me encanta! Gracias –le sonreí.
-Te mereces más que esto, te quiero, quiero que seas feliz, por favor -lo dijo muy bajito y muy rápido, pero le entendí. Aun así, ignoré lo que dijo, porque ahora sí que no sabía cómo contestarle.
-¿Has traído fresas? Amo las fresas –Le sonreí de oreja a oreja.

jueves, 17 de junio de 2010

El patito feo.

Yo nunca he sido la chica guapa, ni la chica popular, ni la simpática, ni la del cuerpazo… Siempre me he conformado con lo que tengo, con lo que soy, pero hay veces que por mucho que lo intentes te hundes, de hecho, te hunden.
Hoy es viernes, no tengo mucho que hacer, iré al instituto, soportaré algunas miradas y risas y volveré a encerrarme en casa.
Al entrar en el instituto allí estaba mi amiga Alejandra, era la única chica que consideraba mi amiga, la única que no me criticaba o se reía de mí, estaba con su nuevo novio, bueno… un amigo especial, aun se están conociendo, se conocieron en un autobús y hace dos semanas coincidieron en un pub, fue una historia bonita, una de estas que dices “ojalá conociese yo a alguien así”. Él es bastante guapo, casi siempre lleva un sombrero algo extravagante, es distinto.
Bueno, me dirigí hacia mi taquilla, saque los libros y los apuntes de Matemáticas y me dispuse a ir a mi aula. Entonces tropecé, todas las hojas y los bolígrafos cayeron por el suelo. Vi a Alex con su grupillo riéndose, no había tropezado, me habían hecho la zancadilla. No les iba a decir nada así que me agache y recogí todo lo que había caído. Para mi sorpresa, Migue, uno de esos chicos, se acercó y me ayudó a recoger las cosas. Le di las gracias cabizbaja y seguí andando hasta el aula, el volvió con su grupillo.
-¿Qué coño haces? ¿Es que te mola la rarita? Menudo gilipollas estás hecho, joder, Migue...- oí a lo lejos a Alex.
No entiendo porque era la rarita, no era del todo normal, supongo que me gusta engañarme, si tantos lo pensaban… sería así de rara. Cada día me convencen más, debo de ser una mierda…
Cuando terminaron las clases cogí el autobús para ir a casa, iba escuchando Los Beatles y al bajar del autobús, allí estaba Migue, con sus cascos, escuchando algo de rap, seguro… Me sonrió y me dijo “¿Tienes algo que hacer esta tarde?”.

domingo, 6 de junio de 2010

Y no, no paramos :)

Sentí el roce de sus labios que acariciaban mi mejilla, fue un instante, no más de dos segundos, pero para mí, un momento eterno de felicidad.
Me sentía de película, él… se que pensareis que no lo conocía, pero era el chico de mi vida, lo demostraría, tenía una eternidad para conocerlo.
Era guapísimo. Solo me había fijado en sus ojos y sus manos, era lo que más llamaba la atención de él. Pero sus labios, su nariz, su pelo… Todo, absolutamente todo era envidiable.
Cuando despegó sus labios de mi cara, dijo su nombre:
-Soy Marco, encantado –ese nombre era especial, Marco, suena bien, de hecho, suena genial.
-Hola, yo soy Alejandra –dije con un hilo de voz.
Eran las palabras más estúpidas del mundo, las más insignificantes, pero no las olvidaré. El pronunciar su nombre con su media sonrisa, no, sin duda alguna no lo olvidaré.
Nos quedamos callados un rato, no sabíamos que decir, no nos conocíamos.
-¿Por qué tardaste tanto en contestarme en el autobús? –preguntó por fin, no era lo que me hubiese gustado que dijera ¿qué iba a contestar yo ahora? pero al menos habló, el silencio me empezaba a incomodar.
-No sé, me quede pillada, no sabía qué hacer, fue extraño.
Y otra vez sacó su media sonrisa que dejaba enseñar algunos de sus dientes, me volvía loca.
-¿Quieres bailar? –soltó, esto iba de mal en peor.
-Pero ¿cómo vamos a bailar? Si no hay nadie bailando… no hay ni pista de baile –ese chico estaba loco.
-¿Acaso eso importa? ¿Había alguien más en el autobús dibujando caritas? No te guíes por lo que hagan los demás –Me cogió de la mano y justo en ese momento empezó a sonar una canción lentita, de estas de bailar pegados, el universo estaba de mi parte.
Estábamos bailando, los dos ahí en medio, como dos completos idiotas. Sentía su respiración, sus manos… Entonces, sentí sus labios, sentí que nos uníamos, sentí como retiraba el pelo de mi cara, como me abrazaba más fuerte y nos seguíamos moviendo al ritmo de la música, mientras me besaba con toda su fuerza.
Separó sus labios, los acerco a mi oreja y susurró:
-Dime que pare, tan solo dime que pare…

viernes, 4 de junio de 2010

¿Obsesionada?

Una semana, una semana entera había pasado desde que lo vi, desde entonces no me lo quitaba de la cabeza, era una obsesión, era soñar con él todos los días… La semana más larga de mi vida, deseaba volver a verlo y tenía esa ilusión metida en mi cabeza, que estupidez, nunca antes lo había visto en el autobús, seguramente ni era de aquí.
En esa semana suspendí tres exámenes, ignoré a mis mejores amigos, desobedecí más aun a mis padres… no era yo, era otra persona, una obsesionada, una enferma. Era presa de un sueño, arrastraba las cadenas más pesadas que puedas imaginar.
Mi mejor amiga, Claudia, se limitaba a sacarme de mi burbuja… Así que el sábado noche nos fuimos por ahí, de fiesta, a olvidar tonterías. Entramos a unos cuantos pubs y bares, yo estaba cansada y quería volver a casa, pero ella insistía. Nos metimos en un callejón perdido, llevo viviendo en esta ciudad 16 años, me conocía todos los rincones, sin embargo, ese callejón ni me sonaba. Entramos en un pub, un antro, pero la música no estaba nada mal y bueno, era bastante barato. A la segunda copa supe qué clase de sitio era aquel, me tenían que haber echado algo en la bebida ¿estaba flipando?Se abrió la puerta y apareció él. Con un sombrero, una mezcla de estos que llevan los hombres trajeados y del bombín de Charlotte, con una camisa que resaltaba sus ojos y unos vaqueros gastados, rotos. Agarré a Claudia del brazo con toda mi fuerza y me la llevé a una esquina:
-¡Es él!¡Es él!-dije.
-¿Es quién? ¿Estás borracha?- Me contestó, creo que la que se había pasado con el alcohol era ella.
-Joder, Claudia ¿Quién va a ser? ¡De quien llevo hablando toda la semana! –Le conteste nerviosísima. Entonces, oí un carraspeo detrás de mí.
-Así que… llevas toda la semana hablando de mí ¿eh?-Dijo la voz más bonita del mundo, no era dulce pero tampoco una voz de estas roncas de “macho”.
Me quedé paralizada. No conseguía articular una palabra, entonces sus labios se acercaron a mi mejilla, junto a un “déjame que me presente…”