Era algo especial. Ella era pequeña, empequeñecida por el mundo. Él era enorme, él vivía de sonrisas. Ella era pelirroja, con los ojos azules cristalinos y unas pestañas que se entrelazaban al cerrar los ojos. Él decidió no ser nadie hace mucho tiempo, hasta que un día cogió su cámara y decidió fotografiar cada una de las sonrisas, de las sonrisas más bonitas, de las sonrisas de hombres, de mujeres, de ancianos, de bebés, de góticos, de skaters… Y un día, nadie sabe por qué, el destino quiso que fotografiase su sonrisa.
Allí estaba ella, tumbada en el parque más bonito de la ciudad, leyendo “Juntos nada más” y escuchando su i-pod, canción que después supe que era “Un cuarto sin ventanas” de Marea. Vestía una camisa de cuadros de leñador y unos vaqueros ligeramente gastados, sus uñas estaban pintadas con los colores del arcoíris y su largo pelo naranja estaba recogido por un lazo azul marino. Entonces un gato se le acercó y comenzó a juguetear con ella y la vi, vi lo que sería mi próxima fotografía, mi próxima alegría. Ella esbozó una gran sonrisa. Y yo, a unos cinco metros de ella, con mi cámara, decidí acercarme a ella, ya me arrepentiría más tarde por la vergüenza que aquello iba a suponer.
-¿Me dejas hacerte una foto?- dije agachándome hacia el césped con la cámara entre mis manos.
-Eh… bueno… y ¿por qué?- ya comenzaba a arrepentirme y a sentirme ridículo, pero no me rendí.
-Verás… colecciono sonrisas, bueno, algo así. Me gusta fotografiar las sonrisas de la gente y tú… tú tienes una preciosa.
Al decir eso ella sonrió de nuevo, esta vez agachando la cabeza algo sonrojada. Me mataba esa sonrisa, no provocaba que yo sonriese como con las demás. No, esta hacía que me sintiese ridículo ante el mundo, me daba dolor de cabeza, me daban ganas de robársela, de guardarla en una cajita para tenerla por siempre.
Retiró un mechón de su pelo que había caído sobre su rostro al agachar la cabeza y me miró, sonriendo dijo: Adelante, hazme la foto. Pero si salgo mal no te quejes, no soy nada fotogénica.
Y ahora, él tiene su foto pegada en la pared, aunque le duela esa sonrisa cada vez que la mire, merece la pena.
“ Pero no sabéis lo que es mirarla de cerca, en persona y sentir su aliento, eso sí que no se puede comparar a nada. Afortunadamente yo lo vivo todos los días desde aquella mañana de sábado que se me ocurrió fotografiarla.”
domingo, 26 de diciembre de 2010
martes, 7 de septiembre de 2010
Por escapar, por perderme.
Hoy es un día como cualquier otro, sin nada que hacer, con mil sueños que no puedo cumplir y solo, más que solo en este asco de pueblo.
Mi vida es completamente deprimente, quiero salir de aquí, pero no puedo. Vivir en un sitio así es tan aburrido ¿pero qué voy a hacer, escapar? Sería abandonar a mi familia y no puedo hacerles eso… Creo que nací para vivir así, dándoles comida y abrigo a las únicas personas a las que quiero.
Hoy, se suponía que nada iba a cambiar mi decisión.
Me levante, me puse una camisa vieja, mi cazadora y unos vaqueros rotos y salí de casa a evadirme un rato, no hay nada mejor que hacer, me han despedido.
Bajé mi calle y llegue a la plaza del pueblo, acababa de amanecer pero apenas había sol, las calles estaban más desiertas que de costumbre. Iba andando y al otro lado de la plaza vi a una chica durmiendo en un banco, con su cabeza sobre una mochila gigante y tapada con una manta gris. Estaba tan tranquila, no sé que hacía aquí, nunca antes la había visto pero con el frio que hacía dormía como un tronco.
Entré a la cafetería de la plaza.
- Dani, ponme un café por favor.
- Ahora mismo. –Conocía a Dani desde que éramos unos enanos, y todas las mañanas iba allí a tomarme un café.
- Mejor que sean dos.
- ¿Dos?
- Sí, hay una chica allí durmiendo… se lo voy a llevar, tiene que estar congelada.
- Ah sí, la he visto antes de entrar. –Dijo mientras me daba los cafés.
- ¿Los puedo sacar fuera no?
- Si, por supuesto, tráemelos después.
Para cuando salí de la cafetería el sol ya iba ganando a la oscuridad y la chica del banco se estaba despertando.
- Buenos días. –Le dije cuando abrió por completo los ojos.
- Buenos días. –Me contestó confusa. -¿Quién eres?
- Nadie, pero bueno, me llaman Fran. ¿Tú?
- Emm, Almudena, mi nombre es Almudena. -Dijo mientras se colocaba sus gafas, dios a nadie le han quedado mejor unas gafas en la historia. Estaba blanca del frio pero era preciosa. Tenía el pelo largo y castaño y la cara más dulce que uno pueda imaginar.
- Toma un café, debes de estar helada.
- Oh, muchas gracias Fran. –Me contesto mientras sonreía.
- ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
- No lo sé, salí de casa ayer tan solo por escapar, por perderme.
- Ojalá pudiese hacer eso. ¿Piensas quedarte?
- No, creo que volveré a casa, se preocuparan y eso…
- ¿Puedo llevarte? Lo siento pero es que no tengo nada que hacer hoy, así me distraigo…
Mi vida es completamente deprimente, quiero salir de aquí, pero no puedo. Vivir en un sitio así es tan aburrido ¿pero qué voy a hacer, escapar? Sería abandonar a mi familia y no puedo hacerles eso… Creo que nací para vivir así, dándoles comida y abrigo a las únicas personas a las que quiero.
Hoy, se suponía que nada iba a cambiar mi decisión.
Me levante, me puse una camisa vieja, mi cazadora y unos vaqueros rotos y salí de casa a evadirme un rato, no hay nada mejor que hacer, me han despedido.
Bajé mi calle y llegue a la plaza del pueblo, acababa de amanecer pero apenas había sol, las calles estaban más desiertas que de costumbre. Iba andando y al otro lado de la plaza vi a una chica durmiendo en un banco, con su cabeza sobre una mochila gigante y tapada con una manta gris. Estaba tan tranquila, no sé que hacía aquí, nunca antes la había visto pero con el frio que hacía dormía como un tronco.
Entré a la cafetería de la plaza.
- Dani, ponme un café por favor.
- Ahora mismo. –Conocía a Dani desde que éramos unos enanos, y todas las mañanas iba allí a tomarme un café.
- Mejor que sean dos.
- ¿Dos?
- Sí, hay una chica allí durmiendo… se lo voy a llevar, tiene que estar congelada.
- Ah sí, la he visto antes de entrar. –Dijo mientras me daba los cafés.
- ¿Los puedo sacar fuera no?
- Si, por supuesto, tráemelos después.
Para cuando salí de la cafetería el sol ya iba ganando a la oscuridad y la chica del banco se estaba despertando.
- Buenos días. –Le dije cuando abrió por completo los ojos.
- Buenos días. –Me contestó confusa. -¿Quién eres?
- Nadie, pero bueno, me llaman Fran. ¿Tú?
- Emm, Almudena, mi nombre es Almudena. -Dijo mientras se colocaba sus gafas, dios a nadie le han quedado mejor unas gafas en la historia. Estaba blanca del frio pero era preciosa. Tenía el pelo largo y castaño y la cara más dulce que uno pueda imaginar.
- Toma un café, debes de estar helada.
- Oh, muchas gracias Fran. –Me contesto mientras sonreía.
- ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
- No lo sé, salí de casa ayer tan solo por escapar, por perderme.
- Ojalá pudiese hacer eso. ¿Piensas quedarte?
- No, creo que volveré a casa, se preocuparan y eso…
- ¿Puedo llevarte? Lo siento pero es que no tengo nada que hacer hoy, así me distraigo…
domingo, 22 de agosto de 2010
Lo que trae la lluvia.
Este mundo cada día está más loco.
Hoy es 13 de agosto, joder, pleno agosto y como llueve. Había salido de casa con el chubasquero y un jersey de lana debajo, porque encima, hacía frio. Pero bueno, no me quejaré, la ciudad está preciosa cuando llueve. Al salir de casa, esperando a que el semáforo cambiase a verde para cruzar hacia la parada de bus, un camión de estos gigantes de mudanzas pasó por un charco que parecía un lago y me empapó, me hubiese dado igual, total me iba a mojar de todas formas… pero aquello más que agua era barro, así que subí a mi casa a cambiarme, ducharme y bueno, a llamar a Jorge para decirle que me retrasaría como una media hora.
Jorge ya estaba allí esperándome así que me dijo que se iría con unos amigos, que lo llamase cuando llegara. Que novio más genial, no me puede esperar ni media hora, en fin, no todo iba como yo quería.
Apenas veía nada por las ventanas del autobús, parecía que tiraban cubos de agua, llovía como nunca.
Baje del autobús y me refugié en un centro comercial al lado de la parada mientras buscaba en la agenda el número de Jorge. Entonces unas manos taparon mis ojos.
-¿Quién soy? –dijo una voz masculina.
-¿Jorge? –dije extrañada… no esperaba encontrarme a nadie ese día, con tanta lluvia nadie saldría.
-¿Qué?- Quitó las manos de mis ojos. –Sara, ¿Qué Jorge?
Me giré hacia él. Lo mire como mil veces en un segundo y nada, dios, no le reconocía. Espera ¿había dicho Sara? Yo no soy Sara.
-¿Sara? Perdona, pero me llamo Helena. ¿Quién eres?
-Dios, lo siento –dijo sonrojado- me llamo Andrés. Eres clavada a una amiga mía, joder, sois iguales.
-Jaja, pues no tengo ninguna gemela, ni clon, ni nada por el estilo.
-¿Estás esperando a alguien? –dijo confuso, creo que no era el típico chico atrevido, no sé, era tan mono.
-Emm… No, que va –Sonreí. Vale, soy gilipollas… pero, es que no me apetecía soportar a Jorge hoy. Además, él me persuadió con su sonrisa y sus colmillos de vampirito, su piercing en la lengua, sus ojos verdes, sus tatuajes. De hecho, cuanto más lo miraba, más irreal era. Llevaba todo el brazo tatuado, dos aros en la nariz, dos bolitas en el labio inferior, un gorrito que dejaba asomar casi todas sus melenas despeinadas.
-Sé que te acabo de conocer, pero…¿tomamos un café?
-Me parece bien. –sonreí.
Me llevo a una pequeña cafetería preciosa, hablamos creo que de todo lo existente en este mundo.
Todo seguido de otros días de lluvia, con las mismas charlas, la misma belleza, la misma cafetería. Pero ahora con besos, con caricias, con sabanas, con almohadas, con duchas, con abrazos.
-Recorrer el mundo, eso es lo que quiero. –me susurró.
-Perdernos al recorrer el mundo. Llevarnos esta cama, algo de ropa, tu cámara y nada más.
-Encontrar mil cafeterías como la nuestra, una en cada ciudad.
-Besarnos bajo la Torre Eiffel.
-Y bajo las pirámides de Egipto.
-Te quiero.
-Y yo.
Hoy es 13 de agosto, joder, pleno agosto y como llueve. Había salido de casa con el chubasquero y un jersey de lana debajo, porque encima, hacía frio. Pero bueno, no me quejaré, la ciudad está preciosa cuando llueve. Al salir de casa, esperando a que el semáforo cambiase a verde para cruzar hacia la parada de bus, un camión de estos gigantes de mudanzas pasó por un charco que parecía un lago y me empapó, me hubiese dado igual, total me iba a mojar de todas formas… pero aquello más que agua era barro, así que subí a mi casa a cambiarme, ducharme y bueno, a llamar a Jorge para decirle que me retrasaría como una media hora.
Jorge ya estaba allí esperándome así que me dijo que se iría con unos amigos, que lo llamase cuando llegara. Que novio más genial, no me puede esperar ni media hora, en fin, no todo iba como yo quería.
Apenas veía nada por las ventanas del autobús, parecía que tiraban cubos de agua, llovía como nunca.
Baje del autobús y me refugié en un centro comercial al lado de la parada mientras buscaba en la agenda el número de Jorge. Entonces unas manos taparon mis ojos.
-¿Quién soy? –dijo una voz masculina.
-¿Jorge? –dije extrañada… no esperaba encontrarme a nadie ese día, con tanta lluvia nadie saldría.
-¿Qué?- Quitó las manos de mis ojos. –Sara, ¿Qué Jorge?
Me giré hacia él. Lo mire como mil veces en un segundo y nada, dios, no le reconocía. Espera ¿había dicho Sara? Yo no soy Sara.
-¿Sara? Perdona, pero me llamo Helena. ¿Quién eres?
-Dios, lo siento –dijo sonrojado- me llamo Andrés. Eres clavada a una amiga mía, joder, sois iguales.
-Jaja, pues no tengo ninguna gemela, ni clon, ni nada por el estilo.
-¿Estás esperando a alguien? –dijo confuso, creo que no era el típico chico atrevido, no sé, era tan mono.
-Emm… No, que va –Sonreí. Vale, soy gilipollas… pero, es que no me apetecía soportar a Jorge hoy. Además, él me persuadió con su sonrisa y sus colmillos de vampirito, su piercing en la lengua, sus ojos verdes, sus tatuajes. De hecho, cuanto más lo miraba, más irreal era. Llevaba todo el brazo tatuado, dos aros en la nariz, dos bolitas en el labio inferior, un gorrito que dejaba asomar casi todas sus melenas despeinadas.
-Sé que te acabo de conocer, pero…¿tomamos un café?
-Me parece bien. –sonreí.
Me llevo a una pequeña cafetería preciosa, hablamos creo que de todo lo existente en este mundo.
Todo seguido de otros días de lluvia, con las mismas charlas, la misma belleza, la misma cafetería. Pero ahora con besos, con caricias, con sabanas, con almohadas, con duchas, con abrazos.
-Recorrer el mundo, eso es lo que quiero. –me susurró.
-Perdernos al recorrer el mundo. Llevarnos esta cama, algo de ropa, tu cámara y nada más.
-Encontrar mil cafeterías como la nuestra, una en cada ciudad.
-Besarnos bajo la Torre Eiffel.
-Y bajo las pirámides de Egipto.
-Te quiero.
-Y yo.
jueves, 29 de julio de 2010
Love of lesbian.
Y su rimmel recorría su cara. Sus ojos caramelo brillaban más de lo normal. Puede ser extraño, pero estaba más preciosa que nunca. Aún así no la conseguía ver muy bien, empezaba a marearme y veía todo borroso, me pasé con el vodka. Ana se acercó a mí, nunca la había visto tan decepcionada.
-Javi está liándose con la zorra de Jess.
-¿Qué coño hablas? Pero ¿Qué? Si os acabo de ver juntos… - No sabía cómo reaccionar, no sé si por el alcohol… nah, no tenía nada que ver, aquello no tenía sentido.
-¿Sabes? El alcohol juega muy malas pasadas, pero si no se controla… a saber con cuantas me ha engañado –Cogió mi botella de vodka y empezó a bebérsela.
-No digas eso, sabes que no… -me callé ¿para qué iba a hablar de algo que no sabía?
-No estés mal cariño, ya sabes, los tíos son gilipollas. Debería hacerme lesbiana –solté con una risita y le di un beso en su mejilla.
Ella me devolvió ese beso. Y sin darme cuenta comencé a besarla, pequeños besos en su piel tan suave… La besé en la mejilla, justo debajo del ojo, y bajé, y rocé la comisura de sus labios, besé su cuello… Entonces ella se separo de mí. No sé porque la comencé a besar, debí asustarla… Pero me agarró con sus dos manos, me miró a los ojos, las dos teníamos lágrimas en ellos, los cerró y me besó, un beso suave, casi una caricia en los labios.
Y yo continué aquel beso, duró largos minutos, acabamos las dos tumbadas en mi hamaca, una encima de la otra, como si aquel beso fuese el último.
Y creo que desde ese día la frase “Los tíos son gilipollas. Debería hacerme lesbiana” comenzó a ponerse en práctica. ¿Éramos lesbianas? No sé, éramos novias, como cualquier pareja, la quería y si fuese chico o chica aquello no hubiese cambiado. Es maravilloso querer a alguien sin darle importancia a que o como sea.
-Javi está liándose con la zorra de Jess.
-¿Qué coño hablas? Pero ¿Qué? Si os acabo de ver juntos… - No sabía cómo reaccionar, no sé si por el alcohol… nah, no tenía nada que ver, aquello no tenía sentido.
-¿Sabes? El alcohol juega muy malas pasadas, pero si no se controla… a saber con cuantas me ha engañado –Cogió mi botella de vodka y empezó a bebérsela.
-No digas eso, sabes que no… -me callé ¿para qué iba a hablar de algo que no sabía?
-No estés mal cariño, ya sabes, los tíos son gilipollas. Debería hacerme lesbiana –solté con una risita y le di un beso en su mejilla.
Ella me devolvió ese beso. Y sin darme cuenta comencé a besarla, pequeños besos en su piel tan suave… La besé en la mejilla, justo debajo del ojo, y bajé, y rocé la comisura de sus labios, besé su cuello… Entonces ella se separo de mí. No sé porque la comencé a besar, debí asustarla… Pero me agarró con sus dos manos, me miró a los ojos, las dos teníamos lágrimas en ellos, los cerró y me besó, un beso suave, casi una caricia en los labios.
Y yo continué aquel beso, duró largos minutos, acabamos las dos tumbadas en mi hamaca, una encima de la otra, como si aquel beso fuese el último.
Y creo que desde ese día la frase “Los tíos son gilipollas. Debería hacerme lesbiana” comenzó a ponerse en práctica. ¿Éramos lesbianas? No sé, éramos novias, como cualquier pareja, la quería y si fuese chico o chica aquello no hubiese cambiado. Es maravilloso querer a alguien sin darle importancia a que o como sea.
viernes, 23 de julio de 2010
Droga, rock, alcohol y sexo.
Hoy es mi cumpleaños ¿Mi único deseo? Ella.
Bueno, comenzaré presentándome, soy Andrea y estoy enamorada. No sé como coño lo ha conseguido, nunca me he enamorado y menos de una mujer. Llevo desde los 12 años saliendo con chicos, buscando al tío perfecto. Y un día como si nada aparece ella. No soy lesbiana, no me gustan las chicas, simplemente me gusta ella, la quiero.
Lo más gracioso es que apenas la conozco, que sé de su existencia hará poco más de un mes.
Pero su sonrisa, su pelo castaño, sus ojos caramelo quedaron grabados en mi mente. Y más tarde, en mi corazón.
Ella me considera esa hermana que nunca tuvo, lo cual me mata. Sé que eso es mejor que nada pero yo la deseo. No puedo pasar un segundo a su lado sin pensar cómo sería besarla, acariciarla…
Ana, ese es su nombre. Y Javi, ese es el nombre de su novio.
Cuanto más lo pienso más creo que ella no le quiere, que ni es hetero. Que me quiere más a mí que a él, que pasa más tiempo conmigo, pero son solo ilusiones.
Hoy me organizan la mejor fiesta de cumpleaños que pudiese tener, todos mis amigos, mis compañeros, toda mi clase… incluidos ellos, Ana y Javi.
Droga, rock, alcohol y sexo. ¿Algo más que pedir? ELLA, JODER, SOLO ELLA.
Todos los invitados iban llegando, Mar y Migue, Alejandra y Marco, Elena y Manu, Maca y Sebas… tantas parejas. Y yo sola, la fiesta había empezado. Yo con mi botella de vodka, esquivando a todos los tíos, observándola.
Salí al jardín y me tiré en una de las hamacas para no verla. Todos estaban en la piscina, en dos horas de fiesta habían bebido más alcohol que yo en toda mi vida.
Entonces Ana llegó llorando. Sus ojos estaban empañados de tristes lagrimas.
Bueno, comenzaré presentándome, soy Andrea y estoy enamorada. No sé como coño lo ha conseguido, nunca me he enamorado y menos de una mujer. Llevo desde los 12 años saliendo con chicos, buscando al tío perfecto. Y un día como si nada aparece ella. No soy lesbiana, no me gustan las chicas, simplemente me gusta ella, la quiero.
Lo más gracioso es que apenas la conozco, que sé de su existencia hará poco más de un mes.
Pero su sonrisa, su pelo castaño, sus ojos caramelo quedaron grabados en mi mente. Y más tarde, en mi corazón.
Ella me considera esa hermana que nunca tuvo, lo cual me mata. Sé que eso es mejor que nada pero yo la deseo. No puedo pasar un segundo a su lado sin pensar cómo sería besarla, acariciarla…
Ana, ese es su nombre. Y Javi, ese es el nombre de su novio.
Cuanto más lo pienso más creo que ella no le quiere, que ni es hetero. Que me quiere más a mí que a él, que pasa más tiempo conmigo, pero son solo ilusiones.
Hoy me organizan la mejor fiesta de cumpleaños que pudiese tener, todos mis amigos, mis compañeros, toda mi clase… incluidos ellos, Ana y Javi.
Droga, rock, alcohol y sexo. ¿Algo más que pedir? ELLA, JODER, SOLO ELLA.
Todos los invitados iban llegando, Mar y Migue, Alejandra y Marco, Elena y Manu, Maca y Sebas… tantas parejas. Y yo sola, la fiesta había empezado. Yo con mi botella de vodka, esquivando a todos los tíos, observándola.
Salí al jardín y me tiré en una de las hamacas para no verla. Todos estaban en la piscina, en dos horas de fiesta habían bebido más alcohol que yo en toda mi vida.
Entonces Ana llegó llorando. Sus ojos estaban empañados de tristes lagrimas.
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vodka
sábado, 10 de julio de 2010
Algo más que amor.
Me cogió de la mano y fuimos a su casa. Me encerré en el baño en cuanto llegué y tras media hora jugueteando nerviosa con el test en mis manos decidí hacerlo.
Cinco minutos tenía que esperar, mientras tanto me comí hasta la última de mis uñas.
Ya habían pasado esos cinco largos minutos así que cogí el test con cuidado, con los ojos cerrados y tras un instante de nerviosismo, miedo, sudor, lágrimas decidí abrirlos y mirarlo.
Negativo.
Suspiré con todas mis fuerzas, de tal manera que Migue lo oyó, bueno normal… estaba pegado a la puerta.
-¿Mar? –dijo aporreando la puerta –ya han pasado más de cinco minutos ¡¿Mar?!
Pero yo no quería contestarle. Me senté en el váter y comencé a llorar. No sé por que lo hacía, yo no quería un hijo, ni mucho menos ¿Cómo podía llorar por algo que nunca tuve, por algo que nunca deseé?
-¡Maaaaar! Joder, ábreme o tiro la puerta –gritó.
Entonces abrí la puerta, fue directo al test, me miró, me quito las lágrimas con sus dedos y me besó.
Fue un beso de amistad, ya no era solo pasión. Era algo más que amor. Aquella noche la pasé con él. No podía estar sola, tan solo dormimos abrazados, aliviados de que nada hubiese sido lo que pensábamos pero creo que al fin y al cabo, si hubiese estado embarazada no sería tan malo, siempre lo tendría a él.
Cinco minutos tenía que esperar, mientras tanto me comí hasta la última de mis uñas.
Ya habían pasado esos cinco largos minutos así que cogí el test con cuidado, con los ojos cerrados y tras un instante de nerviosismo, miedo, sudor, lágrimas decidí abrirlos y mirarlo.
Negativo.
Suspiré con todas mis fuerzas, de tal manera que Migue lo oyó, bueno normal… estaba pegado a la puerta.
-¿Mar? –dijo aporreando la puerta –ya han pasado más de cinco minutos ¡¿Mar?!
Pero yo no quería contestarle. Me senté en el váter y comencé a llorar. No sé por que lo hacía, yo no quería un hijo, ni mucho menos ¿Cómo podía llorar por algo que nunca tuve, por algo que nunca deseé?
-¡Maaaaar! Joder, ábreme o tiro la puerta –gritó.
Entonces abrí la puerta, fue directo al test, me miró, me quito las lágrimas con sus dedos y me besó.
Fue un beso de amistad, ya no era solo pasión. Era algo más que amor. Aquella noche la pasé con él. No podía estar sola, tan solo dormimos abrazados, aliviados de que nada hubiese sido lo que pensábamos pero creo que al fin y al cabo, si hubiese estado embarazada no sería tan malo, siempre lo tendría a él.
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